Avenida o muerte, me dijo. Con un simple gesto me pidió que la siguiera. Yo, semblante débil y titubeante, crucé con ella esa peatonal interminable. Quiso agarrarme la mano y no se lo concedí, me pareció sucumbir demasiado pronto, pero si lo hubiera hecho no la habría perdido en el tumulto que ante mí no se inmutaba. Me quedé en silencio unos minutos, intentando recordar cómo es que no le puse fin a esta saga maliciosa, pero antes de que pudiera arrepentirme y escapar el tumulto se dispersó, lo último que recuerdo es a Norma tironeándome desde el antebrazo, vi un gesto que jamás le había conocido y pensé:
las fauces, el castigo.Epílogo
Tierra, infierno, infinito. Demostración de la verdad, Norma se ha desprendido de mi ser que la agobiaba, para volver una y otra vez y evidenciar la carencia que ambas padecemos. Mi rechazo es constante y mis armas son precarias, pero su argumento sigue siendo inválido, por ende la nulidad de sus palabras me otorgan una pequeña ventaja. Norma me suelta, deja heridas incurables, pero ha sabido romper mucho más en encuentros pasados.
Salud, Norma.
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