Se posó el verde, abrió las alas y el vapor de la humedad porteña terminó por erizarme la piel. Ahora anochece tarde y observo el punto final de cada día, sumida en esa calma que nunca tuve.
Quizás es aburrido hablar de soledad cuando no es sufrida, quizás me da pereza expresar la calma, probablemente esté viviendo a la par de tu ceño fruncido y no me estoy dando cuenta.
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