Recuerdo una huerta que se fue secando, lombrices, tierra negra, un día nada más creció y el patió ganó espacio, digamos.
Mucho llanto, mucha lágrima, un gran temor a no cualquier soledad, sino a ese sentimiento de vacío en un mundo repleto. Me salvaron los objetos, los colores, mi mente en formación, la ramita y el caparazón.