lunes, 27 de mayo de 2019

Inercia

Destino, cruce de caminos errantes, el constante desvío, la imposibilidad de llegar a dondequiera. No sólo hablo de sinuosas oportunidades, está en juego también la integridad, siempre definida por itinerarios.
Cada frase, como unidad de medida, da cuenta de la soledad, del individuo ensimismado, de un sistema de afectos aletargados, culturales, poco instintivos, más bien necesarios. Si respiro no soy nadie, si observo me detengo y si me detengo ya no soy, ¿pero qué no soy? Un ser imborrable. 
Pero todo lo niego y aunque me vengan a buscar ya me he ido al encuentro con la nada, la reiteración, la muerte en algunas ocasiones. Porque pienso y a la vez quiero ser, lo quiero todo.
Me permito algunos símbolos. Un
 ocaso que no sucede aunque lo pida a gritos desde el silencio, porque no hay tiempo para aquello, ni para esto, mucho menos para lo otro. Desesperanza, puedo darle muchos nombres, caras o disfraces, desconozco si es mutua, no sé nada. 
Niego.
Puedo tanto irme como quedarme, proponer, ignorar; pero la vida es así, sucede de golpe, no hay respiro, el olvido es rápido, doloroso y muy factible.
Sigo negando, no quiero que me creas, estoy por fuera. Si te pienso, me deslindo de los movimientos alienantes de una sociedad con tiempo de sobra para despedirse y afirmarse. 
En definitiva, pienso, te recuerdo y sobre todo, niego.

lunes, 20 de mayo de 2019

Norma VI, en vano.

El abrazo eterno al oprobio, malestar querido. Una furia endeble me observa desde varios peldaños más abajo, desenfundo mi inquebrantable suspicacia, subo cada vez más rápido. Cada escalón conquistado se cobró, a mi pesar, un resbalón, una caída, . No espero una diatriba optimista hacia mi persona, no triunfo por el placer del encomio. Si mi subsistencia mediocre debiera ser aplaudida en cada conquista de lo mundano, triste ha de ser mi permanencia en general. Pero si por alguna razón tuviera que abandonar, no podría ser de otra forma que con la mirada recta, no cabizbaja ni orgullosa.
De todas formas, nada me ha impedido conocer lo que detrás de mí, ente ufano y desagradable, me persigue. La he invocado sin querer ya tantas veces, que ahora no puede desaparecer. Norma me inyecta su terrible mirada desaprobatoria y risueña.
Es una llaga incurable de mi conciencia, un temor elocuente que no sucumbe ante mis intentos de omitirla. Aunque cierto es que le he dado la mano alguna vez, su capacidad para doblegarme es incuestionable.
Norma se agazapa y logra tanta velocidad que la presiento cerca mío, los peldaños desaparecen y el terreno se vuelve llano. Me observo en desventaja, como era de esperar. De pronto aparta su mirada sabiendo que yo no puedo hacer lo mismo, me ignora a la vez que me somete. Conozco bien sus tácticas, no sus intenciones.
Le gusta arrinconarme, dejarme sin convicciones, huir impune. Cruza límites, se apropia de ellos, de los míos. Su admirable capacidad de subsistir, hasta donde sé, se basa en nada. A la vez que pienso en esto, me suelta, se escapa en una combinación infinita de direcciones, yo sólo puedo desearle suerte, ella no promete nada más que el eterno desconcierto. 
Salú, Norma.


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