Seseo

Sané sin voz, sin vos, 

Sin tu sombra.

No te culpo, no te escupo

Ni te esculpo.

Hay dentro mío un bostezo

Dormido,

Una sensación de olvido allá,

En el fondo

Sempiterno,

Húmedo, un alivio.

No dejo de elegirte, 

Pero a veces debo mirar al sol

Y secarme.

La Bestia vs Norma

Ser algo más que una vez. 

La bestia ha llegado para ser impune y arremeter contra tu psiquis, tu integridad, contra eso que pensabas que no éramos. 

Juego callado, romper el silencio, la pausa final que reanuda y aniquila supuestos. 

La bestia no es una anécdota, ni el recuerdo fugaz, es una huella psíquica, material, e imborrable, que no busca molestar sino ser un complemento, que ha resurgido de la angustia para ganarse el merecido lugar que poco a poco le dejás. 

La bestia ha llegado para desdibujar la complicada figura de Norma*, ese pseudónimo que ha materializado verbalmente la parte más reprochable de mi espíritu y estima. 

*Leer Norma I, II, III, IV, V y VI

Vaivén

Para qué recurrir a la epicidad de la retórica, evocar lo heróico y aferrarse a la victoria si mi derrota, además de inminente, será interna. 

Evocar la gloria, volver a reírse, sentirse como nuevo y perecer. 

Resurgir, permanecer, embellecer los recuerdos hasta que el otro, o el propio, te falle. 

Borradores rescatados II

Hablar de la belleza sin nombrarla, hacerla notar. Subjetiva, ideal y sobre todo presente, siempre actual. Desafío.

Borradores rescatados I

La bestia que aúlla, que ladra y que llora, mientras mi cuerpo dice poco. 

La mente reseca, hecha jirones la piel se cae a pedazos más grandes cada día, semblante caído me voy consumiendo. 

Desgano sobra, si digo fortaleza miento, si hablo de tristeza exagero.

El todo y la nada frente a frente,

humo. 

Sobre el éxito.

Rebajarse al estilo clásico de simplemente ser, de pensar el aspecto simple, de disfrutar el todo como venga sin problematizar sus partes. 

Yo he querido renacer y solo pude soplar cenizas, quise vibrar alto pero no comprendí la metáfora, dejé de odiar y nunca encontré el amor propio. 

Quizás no es por ahí.

Hice el intento de sufrir y me sumí en la apatía, cuando quise retratarme sólo vi sombras.

Hice camino sin andar, me desperté y olí laureles.

Vagal

Desidia occidental, ves al alba morir y querés salvarlo, no hay caso. Mi ceño fruncido y mis hombros fastidiados no son culpa tuya, es el azar y la genética, es la carga de no poder seleccionar un círculo, un vínculo, una comunidad a mi medida.